Para
llegar a un lugar de forma rápida y segura, hay que haber decidido llegar ahí.
Esa
decisión de llegar a un lugar puede ser inconsciente, claro que sí, y son
muchas las veces que podremos agradecer a nuestro inconsciente algunos de los pasos
que hemos dado en el Camino.
Cuántas
veces nuestra misma llegada a las puertas de la búsqueda ha sido guiada por
intuiciones y eventos que parecen imposibles a la razón, y no han sido sino
guiados por esa parte que se esconde de momento a nuestra consciencia
consciente.
Pero
debemos poner más de nuestra parte una vez tengamos un propósito, y decidir a
dónde queremos llegar. Hacia dónde nos dirigimos. Muchos buscadores no
saben dar una respuesta concreta a esta pregunta, y eso es lógico para
cualquiera que se haya dado cuenta de que el destino no puede ser
comprendido por la mente consciente, y por lo tanto tampoco nombrado. Pero
intentémoslo: acotemos los términos, acerquémonos al máximo a la definición de
nuestra meta. Porque una vez establezcamos una meta máxima, surgirán muchas
otras metas menores a menor plazo.
Escribe
tu meta en relación con tus prácticas o tu propósito en la vida: ¿qué
quieres sacar de estas prácticas o de las que realices? ¿Hasta dónde te
gustaría llegar? ¿Por qué esforzarse en esto, en el Camino? ¿Por qué vale la
pena? ¿Para qué?
No
te limites en tus metas, no te subestimes. Quiero citar a Paramahansa Yogananda,
cuya vida es un modelo de perseverancia y éxito en este sentido. Es alguien
cercano en el tiempo y que ha dejado muchos escritos sobre motivación y
métodos, que él practicó y le funcionaron:
“En lugar de suponer que debía
esperar varias vidas para encontrar a Dios, me sumergí a toda prisa y nadé en
mi interior, ¡y he aquí que le encontré oculto dentro de mí! Descubrí que el
olvido y la oscura indiferencia eran los velos que ocultaban a Dios de mí.
Rompí los velos y descubrí que mantenerlo en mi memoria y mi amor a Él eran los
portales que conducían a Su presencia”
Solo
la práctica y la voluntad férrea son necesarias para lograrlo tú también. Todos
podemos, no sólo unos elegidos. Yo misma he podido experimentarlo. Y quien me conoce sabe que tengo bloqueos, pensamientos negativos, vicios, arranques emocionales etc., pero el Camino es muy agradecido
y cuando le das un poco, te devuelve mucho. Todos los que lo han logrado eran humanos. Tal como nosotros.
Mi
meta siempre ha sido saber qué es la Existencia: para qué existe la vida. Me
topé con esta necesidad al morir ese querido amigo en mi adolescencia. Ya la
vida no tenía sentido para mí sin intentar averiguar por qué funcionaba así:
estaba y luego ya no estaba. Yo sentía en mi interior que no podía ser solo un
tema casual y caprichoso de la materia. Así que intenté informarme por medios
científicos y espirituales, y empecé a practicar a ver qué había de verdad en
cada uno de ellos.
Mi
naturaleza espiritual me decantó muy pronto en unas preferencias y fui
encontrando algunas guías. Para conocer la Existencia debía conocerme a mí
misma. Para conocerme a mí misma debía deshacerme de mis máscaras, debía
entender a mis hermanos humanos, debía aliarme con la naturaleza. Etcétera.
Cada una de estas guías requería unas acciones o unas prácticas, y mi vida
desde entonces está llena de pistas que me dirigen a mi meta de comprender la
Existencia. Lo que he aprendido es lo que quiero compartir.
Si
sentarte a meditar realmente y en profundidad durante la mayor parte del día no
está entre tus actividades ahora, puedes emplear otro modo de llegar al
conocimiento verdadero, y eso requiere investigación cotidiana. Incluso si tu
elección es la que he dicho de sentarte largas horas a meditar, necesitarás en
alguna medida de esta investigación y observación, pues es también esencial. Ambas lo son. Hemos nacido en sociedades que requieren que trabajemos y nos relacionemos, y eso forma parte del plan, no es algo casual, sino una ayuda. Si hemos nacido aquí es porque nacer aquí es lo que necesitábamos, así que es aquí donde podemos encontrar la manera de llegar a donde queremos.
Así
pues, toma un papel limpio y una herramienta de escritura que te guste, y siéntate
en silencio el tiempo que necesites para encontrar y concretar al máximo tu
meta, lo que te mueve a leer este libro y realizar esta búsqueda. Concrétala.
Si
por algún motivo la meta que encuentres no es la verdadera meta de tu alma en
esta vida, tampoco te preocupes, porque lo importante es que te pongas manos
a la obra en una dirección. Y si lo haces con voluntad e impecabilidad, la
misma vida te guiará en la dirección adecuada.
De
momento quedémonos con que la dirección adecuada es decidir una dirección,
porque es esencial tomar las riendas del caballo de tu vida, y no dejar que sea
el mundo con todas las voluntades que hay en él, el que te guíe como una
barquita de vela sin timón ni remos.
Tómate
tiempo para concretar esta meta y escríbela en tu papel. Escríbela en grande y
te recomiendo que hagas dibujos que te la sugieran por todo el papel. Lo que
sea, déjate fluir, sin juicios, porque lo importante de este ejercicio es
plasmar una energía, una intención. Es un acto de poder y ese folio será un
folio de poder. Cuélgalo o guárdalo en un sitio visible para ti, en el
que otros no lo vayan a juzgar ni a hacerte preguntas, porque no conviene
hacer participar siempre a la razón de las cosas del alma en asuntos como este, tan
de corazón y en el que tantas cosas profundas están implicadas. Eso le quitaría
poder. El silencio es tu aliado en todo trabajo espiritual. Ojo, no digo el
secreto, sino el silencio, que es respeto por la esencia de cada acto. Un
acto energético y espiritual debe ser respetado y no invadido por las ansias de
la razón de imponerse en todo.
Te
invito a que compartas tu meta aquí, donde los lectores son personas que apoyan
este tipo de actos.
Un
par de años después de la muerte de mi amigo ya estaba yo enfrascada en la
búsqueda de las experiencias fuera del cuerpo. Creía ciegamente en ellas. Y
digo ciegamente porque yo no las experimentaba (con recuerdo). Invertía
mucho esfuerzo en lograrlas, y recuerdo a un gran amigo que se reía al
escucharme hablar casi siempre de lo mismo, y explicarle que había encontrado
una nueva práctica, o que me había parecido notar un síntoma de desdoblamiento.
Él me decía “llevas 2 años con esto y no consigues nada, ¿cuándo vas a parar?”
y yo contestaba que no sabía, que de momento no, que me hacía sentir bien, que
tenía que lograr estar fuera de mi cuerpo en vida para comprender. Un día mi
amigo me dijo “¿y si a los 30 no lo has conseguido?”. En aquel momento teníamos
20 años, así que él me había dado un buen margen. Yo pensé en la frustración de
esos dos años de prácticas sin frutos aparentes (por cierto, que los frutos
de ese esfuerzo los recogí años después, pues siempre se acaban recogiendo),
y me planteé aguantar eso 10 años más. Reí a carcajadas y él rió, pero no supe
decir nada parecido a una renuncia, porque al imaginar mi vida sin llegar a
desentrañar ese misterio, me sentí perdida. Le dije “lo lograré seguro. Si no
lo fuera a lograr no creo que lo dejara de intentar tampoco”. Mi primera
experiencia consciente fuera del cuerpo tras esta conversación fue 7 años
después, no tan lejos de la fecha establecida.
Ponte
las metas con confianza y ponlas a plazos razonables, pero recuerda que la
muerte es nuestra compañera: no uses plazos excesivamente largos. Confía en ti en esta vida.
Nada hay más fuerte que la voluntad. Y los esfuerzos son acumulativos, tanto
los que realices ahora conscientemente como los que hayas realizado anteriormente
o en otras vidas en la misma dirección. Confía en todo ello y ponte metas
grandes, porque la mayor grandeza es la Existencia y aun así, Existencia es
algo tan sencillo como lo que somos. Es nuestra esencia. Lo más grande que
hay es nuestra misma base. Así que puedes llegar a donde te propongas, cree en
ti y lo harás cuanto antes.