La razón occidental tiende a negar la información que no puede captar con los sentidos.
La razón se agarra al ego, que se opone a que seamos más de lo que creemos ser: generalmente un cuerpo físico que nace, crece, trabaja y muere.
El ego es “lo que creemos que somos”, cómo nos describimos a nivel íntimo. Es nuestro PERSONAJE.
La única diferencia es el traje, las creencias, lo que él cree que es en función de su historia personal.
El trabajo evolutivo de cada uno de nosotros es quitarse todos los trajes y ver que tenemos acceso a las infinitas opciones.
La vida nos confecciona un traje sin tener en cuenta nuestra voluntad. Así encarnamos personajes en los que a menudo no nos sentimos a gusto, porque no nos representan.
Entonces, cuando quiero hacer un cambio, mi ego me dice “EH, que tú no puedes hacer eso”, me dice “qué haces dibujando, si a los 7 años te dijeron que eras malísima, venga, deja de dibujar”. Parlotea en mi cabeza, dando razones por las que no puedo hacer ciertas cosas y he de hacer otras.
El ego decide por nosotros hasta la muerte, o hasta el día que decidimos que ya basta, que ahora nosotros decidimos qué hay que hacer.
Nos creímos lo que nos dijeron, y en muchos casos no nos damos la oportunidad de desmentirlo en 20, 30, 40 años. Eso es el ego: nuestro tirano personal.
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